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1897, Oleo sobre tela.
"La imagen del desarrollo de la nación también fue representada por Velasco mediante la figura del tren; sin duda, el emblema de la idea del progreso durante el siglo XIX. Sus obras documentan el sistema ferroviario del a cañada de Metlac en Veracruz. Como parte de la línea del Ferrocarril Mexicano, que iba del Distrito Federal al puerto de Veracruz, se construyó un puente de hierro que cruza la cañada. El puente de Metlac, que operó de 1873 a 1985, fue en su tiempo una de las obras de ingeniería más importantes del país, así como el emblema de la revolución industrial. La obra con 138 metros de longitud y 28 de altura estaba hecha en su totalidad de hierro, con durmientes de madera de zapote y un novedoso guarda riel que impedía el descarrilamiento. Como varios críticos han comentado, la imagen de tren atravesando el paisaje natural en Citlaltépetl (Cañada de Metlac), 1897, es una representación del progreso de la nación. Velasco enmarca el paisaje, situando en el mismo plano al tren con el Pico de Orizaba, la cumbre más alta en el territorio.
Los paisajes de Velasco sobre "naturaleza, progreso e historia" fueron formando el rostro nacional. Exhibidos en varias de las Exposiciones Universales parisinas del último cuarto del siglo XIX, los cuadros operaban para atraer la "confianza de emigrantes, inversionistas y gobiernos internacionales". Obras como Citlaltépetl mostraban el progreso de la nación y la accesibilidad del territorio para inversionistas y viajeros.
(Garza, Daniel, 2011, p. 60-62)Crédito: Museo Nacional de Arte, INBA Acervo Constitutivo, 1982
1881, Oleo sobre tela.
El pintor José María Velasco, reconocido pintor paisajista del siglo XIX, realizó esta obra a la cual nombró “El puente curvo en la barranca de Metlac”, se expuso por primera vez en la exhibición del centenario de la academia de San Carlos de 1881. Esta obra maestra representa a un ferrocarril transitando a todo vapor el tramo de 140 metros del puente de hierro sobre el rio Metlac.
En 1882, Velasco advertía: "Los naturalistas extranjeros han trabajado mucho para dar a conocer la naturaleza de México en sus diversos ramos, al grado que se experimenta cierta pena por lo muy poco que hacemos". Con todo, la aportación de la flora del pintor mexiquense es enlistada por Nicolás León en su Biblioteca Botánico-Mexicana de 1895. Esta inclinación por advertir a detalle la identidad espacial, determinó su concepción plástica.
Por ello, no es casual que, además de sus trabajos científicos, fuera minucioso en sus paisajes al dibujo, acuarela o al óleo, incluyendo detalles que sugerían una valoración y memoria del espacio propio, aparecen de manera notable helechos, enredaderas, mafafas, liquidámbar, hojas de corazón, xerófilas, cladonios, palmas silvestres y encinos, entre otros más. Para él, no existía separación entre estos conocimientos, pues se sirvió del arte para dar claridad a la ciencia y la ciencia para dar veracidad del arte.
Las vistas del valle de Velasco fueron asimiladas con entusiasmo por los grupos acomodados en el poder. Se encontraban a gusto con esta imagen del valle, de vastedad y su centro. Ese paisaje equilibrado donde desaparecían los conflictos políticos y sociales, con la pureza natural del aire, se convirtió en una visión utópica de armonía, en una ficción que aprovechó el Porfiriato para captar la mirada de capitalistas en las exposiciones internacionales de París (1889) y Chicago (1893) y en la Exposición de Aguascalientes (1891) y la de Bellas Artes del Círculo Católico de Puebla (1900).
(Reséndiz Rodea, Andrés, 2013, p. 23, 33)Crédito: Museo Nacional de Arte, INBA Acervo Constitutivo, 1982